La fina línea que separa la libertad de expresión del delito la fijan las sociedades, a través de sus leyes, y los tribunales, a través de sus interpretaciones. Y en el momento en el que delitos como el de odio se utilicen no para proteger a los más vulnerables sino como un termómetro de lo que se puede o no decir en función de otros criterios, podemos tener un problema. Hoy hablamos de por qué odiar a la Guardia Civil no es delito, según el Tribunal Supremo.

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